in PARRÒQUIA MARE DE DÉU DEL CARME
Dimarts, 20 de Febrer de 2018

MOSSÈN JOAN MORA, IN MEMORIAM: “NO HAY VIDA SIN PASIÓN”

El pasado día 11 de febrero de 2018 la Catedral de Lleida se llenó de feligreses, familiares, amigos y compañeros sacerdotes de Mossèn Joan Mora Pedra, para despedir a un modelo de entrega y olvido de sí. Mossèn era el actual Rector de la Parroquia del Carmen y fundador de la entidad Jericó. Las exequias tuvieron lugar a través de un acto muy emotivo en una catedral repleta de feligreses pertenecientes a las numerosas parroquias de la Ribagorza por las que pasó y en las que dejó su huella imborrable Mn. Mora, evidencia del afecto que todos tenían por este sencillo hombre de Dios y trabajador incansable en la Viña del Señor. Mn. J. Mora fallecía en Lleida – y nacía a la Luz- a los 74 años de edad a causa de una enfermedad que sobrellevó con gran entereza. Descansó en la paz del Señor e inició una vida eterna también en nuestro recuerdo. A pesar de apostar por una vida callada y discreta, fue un referente de la ciudad de Lleida en la solidaridad hacia las personas más vulnerables, ya que puso en marcha el servicio de reparto de alimentos entre las personas más necesitadas, junto con otros sacerdotes y feligreses. Pero su parroquia no fue solo un símbolo de solidaridad sino también de integración, cediendo un espacio a los ortodoxos hasta que se inauguró su nuevo templo en el paseo de Ronda de la ciudad del Segre. Mn. Joan fue, pues, un hombre ecuménico, que supo dar mucho y sin esperar nada a cambio.

Se hace difícil glosar o condensar en unos breves párrafos toda una vida entera de entrega y sin caer en meros tópicos. Solo la osadía y el agradecimiento nos puede mover a tal ingente tarea, con la única pretensión de que sirva para las futuras generaciones como motivo de imitación, aunque, como acaba de recordarnos y de advertirnos el Papa Francisco, citando el Concilio, ante la imitación o emulación de nuestros hermanos aventajados en vida de fe y caridad: “Cada uno por su camino”. Entonces, no se trata de desalentarse cuando uno contempla modelos de santidad que le parecen inalcanzables. Hay testimonios que son útiles para estimularnos y motivarnos, pero no para que tratemos de copiarlos, porque eso hasta podría alejarnos del camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros” (Gaudete et exsultate, 1, 11).

Mn. Joan Mora fue un ejemplo sencillo de trabajo callado y constante, casi llegando hasta la extenuación en ocasiones, salvando el escollo de una salud puesta a prueba. Quienes lo conocimos desde joven en los pueblos de la Ribagorza o en campamentos de verano, así como en numerosas excursiones apostólicas a Roma y a otros lugares, “insistiendo a tiempo y a destiempo”, entre viajes nocturnos en autobús, podemos dar fe de su fiel entrega y de su denodada efectividad ante numerosas adversidades. Los diálogos con jóvenes, a través de excursiones escalando los picos de los Pirineos, fueron ocasión propicia para un trato respetuoso, exquisito, animoso y siempre entusiasta y con capacidad de involucrar a todo el que el que se rozaba con él.

Y en otro orden de cosas, quienes tuvimos la dicha de poder participar en muchas de sus sencillas y animadas homilías diarias, en el Carmen, podemos afirmar con toda rotundidad que dejaban traslucir un corazón en sintonía con el Señor, un corazónjoven y entusiasta. Y en ocasiones, constatábamos como, al salir de su parroquia al mediodía y alguien requería su atención y ayuda, al punto se detenía y lo miraba con verdadero respeto y embeleso hasta intentar solucionar su problema: “No hay vida sin pasión”.

El Obispo de Lleida, Salvador Giménez Valls, recordó en su hermosa homilía durante las exequias por Mossèn J. Mora, detalles sencillos pero elocuentes de su vida que se hace difícil reproducir en estas breves líneas. Con todo, resaltaremos la alusión del Obispo de Lleida a la lectura asidua de Mossèn Mora de las cartas y escritos de San Juan de Ávila, enfatizando cómo el santo de Andalucía insistía en que el alma debe prepararse, en su recorrido terreno, para encontrarse con el Señor, que no llevó una vida exenta de sacrificio hasta el extremo y de entrega constante y fiel. De ahí la necesidad que sintió para prepararse para ese encuentro.

Mossèn Joan Mora gozó de la aureola de buen sacerdote, y sentía pasión por las personas que se le acercaban, mostrando una fuerza a menudo abductora y envolvente en extremo y así la transmitía. Como San Pablo en el Camino de Damasco, fue consciente del amor de Dios hacia cada uno de sus hijos y optó por vivir para el Señor y solo para él. Y en su persona este elemento objetivo (“el amor de Dios”) se unió al subjetivo (“me ha amado a mí, ha resucitado por mí…”). Supo descubrir el “tesoro escondido” y sacrificar, día a día, lo que hiciera falta “para comprar el campo”. De ahí que nada le pareciera una exageración con tal de ganar a Cristo.

En los momentos cruciales de la Iglesia, han sido siempre los santos quienes han aportado luz, vida, nuevos caminos y una renovación sencilla pero profunda. También hoy, que vivimos un tiempo crucial, necesitamos modelos de santidad, gente cercana, de al lado nuestro, normales. En este sentido, creemos que, sin duda, esta afirmación puede aplicarse a Mn. Joan Mora. Por todo ello, quizá no sea exagerado decir que fue inquebrantablemente fiel a sí mismo como la brújula al polo.

Que su recuerdo nos estimule, que su intercesión nos haga avanzar en un conocimiento fiel del Señor, sin ruido, sin alharacas. Encomendémonos mucho a él, pidámosle muchas cosas, ahora que está tan cerca de Dios. La gracia de su Bautismo fructificó en un camino de santidad, pero quiso hacerse santo viviendo con alegría su entrega: Non omnis moriar (Horacio, Od. 3,30) y como a Santa Teresita, a la que tanto citaba, también a Mn. Joan se le puede atribuir este pensamiento que tanto le animó cuando estuvo entre nosotros: Lo que me impulsa a ir al Cielo es el pensamiento de poder encender en amor de Dios una multitud de almas que le alabarán eternamente. 

Josep Antoni Clúa Serena